Erase que se era un mago. Este mago lo tenía todo; era
guapo, tenía el don de la palabra y divertía a todo el mundo. Pero todo buen
mago tiene un sombrero, por donde sacar sus conejos, palomas… El caso es que, esté
carecía de dicho complemento. Y fue así, como el mago, obedeciendo las
peticiones de los asistentes que iban a verle, decidió comprar un sombrero. Un
sombrero hermoso y negro.
En los ensayos todo fue genial, hacia aparecer tantos animales como él deseaba. Pero resulto que el día del estreno el sombrero cansado de hacer aparecer tantos animales que lastimaban su tela, decidió sacar dulces palabras susurradas. El público allí congregado comenzó a silbar y el mago decepcionado se retiró enfadado. Fue tal el enfado que tiro a la basura su sombrero.
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Un día, estando al lado de una biblioteca, una persona mayor
lo recogió y se lo llevo a casa. Esta persona al principio intento hacer magia
con él. Pero el sombrero cada vez que decía las palabras mágicas, esté le
regalaba una palabra. Fueron tantos los intentos en el que el señor pronuncio
las palabras mágicas, que no tenía el espacio suficiente donde almacenar las
dulces palabras que el sombrero le regalaba.
Fue entonces cuando el señor empezó a pensar que hacer con
ellas. Y se le ocurrió una gran idea. Pensó, que juntándolas en alegre cadeneta
crearía cuentos. Y así fue como esta persona, gracias a las palabras que el
sombrero le había regalado, empezó a crear hermosos cuentos y comenzó
a alegrar los corazones de la gente que le acudía a ver.
Como toda vida, todo tiene su fin. Y el señor murió. Pero sus historias nunca murieron, ya que pasaron de generación en generación para seguir alegrando los corazones de esas personas que las siguen escuchando.
Como toda vida, todo tiene su fin. Y el señor murió. Pero sus historias nunca murieron, ya que pasaron de generación en generación para seguir alegrando los corazones de esas personas que las siguen escuchando.
Raúl
ESTO ES VERDAD Y NO MIENTO, COMO ME LO CONTARON, TE LO
CUENTO.
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